jueves, 21 de marzo de 2013

Así dice el Señor:

¡Maldito el hombre que confía en el hombre!
¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza
y aparta su corazón del Señor!
Será como una zarza en el desierto:
no se dará cuenta cuando llegue el bien.
Morará en la sequedad del desierto,
en tierras de sal, donde nadie habita.
»Bendito el hombre que confía en el Señor,
y pone su confianza en él.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme que llegue el calor,
y sus hojas están siempre verdes.
En época de sequía no se angustia,
y nunca deja de dar fruto.»
Nada hay tan engañoso como el corazón.
No tiene remedio.
¿Quién puede comprenderlo?
Yo, el Señor, sondeo el corazón
y examino los pensamientos,
para darle a cada uno según sus acciones
y según el fruto de sus obras.»
El que acapara riquezas injustas
es perdiz que empolla huevos ajenos.
En la mitad de la vida las perderá,
y al final no será más que un insensato.

Jeremías 17

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